Diseños de tablas 1: el Shape

SURFBOARDS & SHAPE: DE 1958 HASTA 1979

Empezamos por 1958, año en el cual, las tablas con núcleo de espuma de poliuretano empezaron a popularizarse. Acabando en 1979, poco antes del advenimiento de las tablas con tres quillas (thruster).

A principios del siglo XX, el patrón para la elaboración de una tabla lo establecía la tradición hawaiiana del Olo y la Alaia: tablas de madera maciza, sin rocker, sin aleta y recubiertas de aceites naturales para aislarlas del agua. En los años 30, Tom Blake popularizó la tabla hueca de remada y John Kelly, Wally Froseith y Fran Heath estrecharon las colas de sus tablas añadiendo una V en el casco, mejorando la maniobrabilidad y agarre de las mismas.

Los avances técnicos más significativos se fraguaron en California en los años de posguerra, cuando la tecnología desarrollada por la industria de guerra se aplicó en manufacturas civiles.

Pete Peterson, Matt Kivlin, Joe Quigg y particularmente Bob Simmons, experimentaron con diferentes materiales y shapes hasta definir la tabla standard de los años 50: Se trataría de una tabla con núcleo de madera de balsa. Esta madera era ligera, pero cara y difícil de conseguir. Con bloques enteros de balsa -o varios listones pegados entre sí- se conseguía el “blank” al que luego se le daría forma. El “shape” sería revestido con fibra de vidrio impreganda con resina de poliéster, con lo cual se conseguía sellar completamente el núcleo. El rango de medidas en cuanto a longitud varia, desde 8 pies largos hasta 10 pies. Los anchos se comprendían entre 21 y 23 pulgadas, con grosores de 3 pulgadas sin temor a llegar a las 4 si la constitución del surfer era generosa. Eran tablas con el punto más ancho situado hacia la mita delantera de la tabla, con colas tipo “pintail” legadas del estilo hawaiiano. El rocker solía ser bastante plano.

Este tipo de tablas eran ideales para las olas tipo “point break” de California.

Hobie Alter, un shaper de Laguna Beach, adaptó este estilo de tabla añadiéndole una cola ancha y cuadrada. Dale Velzy, célebre shaper de Manhattan Beach fue por la misma senda con su diseño “pig”. El punto más ancho de la tabla lo situó más cerca de la cola. Esta acumulación de volumen era ideal para pivotar las tablas en las babosas olas de California.

La madera de balsa, era difícil de adquirir, cara y complicada de trabajar. Por si fuera poco, si la fibra de vidrio se agrietaba a consecuencia de un golpe, la balsa chupaba agua salada, pudriendo el núcleo.

Pese a que Pete Peterson y Bob Simmons anduvieron haciendo pruebas con diferentes nucleos de plástico como substituto de la balsa, no fue hasta 1953 cuando Dave Sweet se tomó el asunto en serio. Después de varios años experimentando con moldes y diferentes fórmulas químicas, al final de la década pudo conseguir un foam de densidad correcta, sin burbujas de aire y con un método de producción asequible. Hobie Alter y Gordon Clark, hartos de los problemas de la balsa y preocupados por no poder satisfacer el incremento de la demanda, buscaron su propia fórmula de espuma de poliuretano.

Clark se separó de Alter y formó su propia operación de inflado de foams. Pese a que Sweet ofrecía tablas de foam antes que Hobie, este último tuvo más éxito y con el devenir del tiempo el surf media se encargó durante años de ocultar los esfuerzos del pionero real del foam.

 

¿Qué características tenían las primeras tablas de foam?

El foam es material plástico y presenta mucha flexibilidad. Por este motivo, se tuvo que añadir al foam uno o varios listones de madera para darle rigidez. Este listón es el conocido como nervio o “stringer”.

El foam salía del molde con una forma aproximada a la tabla. El rocker era eminentemente plano. La longitud media de una tabla de finales de los 50 y principios de los 60 estaba alrededor del 9’6’’. En ocasiones especiales se llegaba a los 10 pies (surfers de peso) y las tablas de rango entre 8’6’’ y 9’2’’ eran consideradas para chicas o adolescentes de poca constitución. Los puntos de máximo grosor se establecían entre 3’’ ¼ hasta las 4 pulgadas.

El ancho máximo se situaba en la mitad de la tabla o un poco retrasado y se comprendía entre las 22’’ y 23’’. Las colas solían ser cuadradas o pintails.

La forma de los cantos era de semicírculo. Este canto en la cola absorbía el agua por efecto de succión, consiguiendo que una buena cantidad de masa de agua fluyera por el “deck” ejerciendo un presión que servía para compensar el peso del surfer cuando éste estaba en el nose.

El bottom presentaba un ligero convexo a lo largo de toda la tabla, en un principio ideado para una fácil transición de canto a canto.

El peso medio rondaba los 15 kg. aunque dependía de la cantidad de volumen, tipo de nervio y laminado.

El comportamiento de estas tablas en el agua era el siguiente: Tenían una muy buena remada, gracias a su volumen y flotabilidad. El peso obligaba a los surfers a jugar con las inercias. A diferencia de las tablas de 9 pies de finales de los años 90, que reaccionaban al mínimo movimiento del surfer, las tablas de entonces no tenían esa sensibilidad. Una vez la tabla cogía cierta velocidad gracias a la remada, la inercia hacía el resto. La velocidad era muy buena a causa del rocker plano, que le otorgaba una amplia superficie de deslizamiento.

Cambiar el plano de la tabla para hacer un giro requería “frenar” la tabla clavando el peso en el tail con la pierna trasera, y con la delantera dibujar el giro como si las piernas fueran un compás. Cuando se requería de cierta velocidad para recuperarse de un giro marcado, había que caminar la tabla hacia la parte delantera de la misma. Era la época del “stall” (frenar) y el “trim” (acelerar), piedra filosofal para surfear estas tablas, antes de atreverse con “noserides” y “cutbacks” en “drop-knee”.

Otros conceptos de tablas de la época fueron los “guns”. Estas tablas de 10 hasta 11 pies. De rockers más acusados (sobretodo en el nose, para lidiar “take offs” críticos), de colas estrechas para mejor agarre en paredes verticales y pesos generosos para compensar la acción del viento “off-shore” en las bajadas. Tambien disponían de ciertas características avanzadas a su tiempo, como cantos duros en el tail para aumentar agarre en pared o cóncavos en la cola para más velocidad.

Otro equipamiento no convecional era el “paipo”: versión reducida de una tabla del periodo para ser surfeada tumbado, o sea, la versión sixties de los bodyboards que Tom Morey ideó a principios de los 70.

A diferencia de lo que pueda parecer, a finales de los 50 y principios de los 60, se experimentaba con las medidas cortas. Dale Velzy creó el modelo 7’11’’ y Greg Noll ideó el “Blob” una tabla en el rango de los 8 pies. Aunque estas tablas ofrecían una agilidad mayor, el surf que se obtenía no encajaba con los cánones de la época, siendo estos conceptos olvidados.

No es hasta 1965, donde empieza el verdadero refinamiento en cuanto a shapes. Existía la necesidad de encontrar shapes más funcionales para la ejecución del estilo hotdogger/noserider, es decir surfear enlazando maniobras, haciendo hincapié en los trucos ejecutados en el nose de la tabla. Para tal efecto, se empezaron a encontrar elementos en cuanto a shape que ensalzaban y facilitaban este estilo.

El estiloso surfer y shaper Phil Edwards, fue el primer surfer en tener un modelo de tabla con su nombre (con el sello de Hobie Alter). En 1965, raspó un cóncavo de silueta ovoidal en el bottom del nose de una tabla concebida únicamente como noserider. Este cóncavo se beneficia del principio Venturi. La presión que ejerce el flujo de agua en el cóncavo le da un plus de velocidad y de sustento cuando el peso del surfer se deposita sobre el nose. Tan sólo hay que coger una cuchara sopera y ponerla debajo de un chorro de agua por su parte hueca para comprender el principio.

Por otro lado, los cantos empezaron a afilarse. En olas babosas los cantos de perfil de media circunferencia o tipo “egg” (es decir, con el perfil del extremo más afilado de un huevo) eran ideales, pero cuando la pared de la ola se hacía vertical o el take off era crítico, estos cantos con tanto volumen no podían penetrar fácilmente en la superficie del agua. Como muestra ver los ejercicios de supervivencia que se hacían en los “take offs” de Pipeline entre 1962 y 1965, cuando los gruesos cantos apenas sí podían penetrar en la pared, amén de rockers planos y tails anchos totalmente inapropiados para una ola como Pipeline.

La obsesión por el noseriding obligó a desarrollar nuevos diseños. El cóncavo en el nose se empezó a normalizar y en modelos como el Bing Nuuhiwa Noserider era una de las piezas clave del diseño. Los rockers eminentemente planos dejaron paso a unas curvas más marcadas que facilitaban el giro y se reducía la posibilidad de clavar la punta en el take off.

El último invento en cuanto a rockers fue el “kicked tail”, es decir, una curva exagerada en la cola. La presión ejercida por el agua sobre este marcado rocker en cola, producía un efecto palanca apropiado para compensar el peso del surfer cuando se encontraba en la mitad delantera de la tabla.

Otros modelos creados para hacer noseriding, ofrecían rockers muy planos con el contraste de la curvatura en el tail, cantos paralelos para acrecentar la estabilidad y puntas anchas. En algunos casos se jugó con los cantos de arista caida, similares a los cantos modernos. Estos cantos se aplicaban hacia el nose para mejor agarre de la punta cuando se ejercía un noseriding.

Todos estos elementos combinados con una quilla de 10 pulgas o más, de relativa poca superficie daba como resultado una tabla de aspecto antinatural muy alejado de las curvas sexys de un modelo “Phil Edwards” pensado para surfear desde la mitad trasera.

Como ejemplo de noserider extremo, nombrar el modelo “Ugly” (“feo” en castellano) de la firma Con: cantos paralelos, kicked tail, nose ancho y canto afilado.

Otro noserider popular que fue un éxito de ventas fue el Bing Nuuhiwa Noserider. Se presentaba en un rango de longitud que no solía superar el 9’6’’. Una anchura máxima de 22’’ ½ y un grosor de tres pulgadas largas.

Cóncavo en nose, rocker acentuado en tail y canto afilado.

El otro gran éxito de ventas fue el modelo “Performer” de Dewey Weber. En su última versión el “Performer” era una plataforma ideal para colgar los diez, con sus longitudes generosas, anchos de hasta 24’’ ½ (ancho exagerado incluso para la época), cantos paralelos, tres pulgadas largas de grosor y la famosa aleta “hatchet”.

La evolución californiana de la tabla antes de ser ahogada por la vorágine australiana-psicodélica aún dio unos cuantos conceptos interesantes.

Los gruesos y volumenes en general iban mermando gradualmente. Las formulaciones de foam de mediados de los sesenta permitían hacer foams más ligeros sin perder su densidad y dureza. Bing Surfboards comercializó un modelo “ligero” con el Nuuhiwa Lightweight. Si el peso medio de una tabla alrededor de 1960 era de unos 15 kilos, ahora se podían ofrecer un peso hasta un 30% más ligero.

En 1966, se popularizó el concepto “stepdeck”. Consistía en un shape donde una buena parte del volumen del nose en el deck se eliminaba creando una tabla con una apariencia de cuchara. Eliminando volumen del nose, se eliminaba también peso, con lo cual los giros se podían ejecutar con mayor agilidad. El tenue grosor en el nose bajo el peso del surfer, flexaba modificando el rocker momentáneamente. El rocker se volvía más plano, incrementando la velocidad, para volver a su curvatura original cuando el rider volvía hacia el tail. La vuelta de tuerca final fue cuando este cambio repentino de volumen tambien fue aplicado en la cola, para mejorar el flex del rocker.

El origen del concepto “stepdeck” se puede trazar en los experimentos de hidrodinámica que realizó Bob Simmons en los años 40 y principios de los 50. Fue en 1965 cuando Reynolds Yater aplicó el concepto cuchara a una tabla de época. La firma Harbour lanzó el modelo “Cheater”, siendo uno de los stepdecks más populares. Bing, Greek y otras marcas lanzaron sus respectivas versiones del concepto.

El problema más frecuente de estas tablas, era que la repentina caída de grosor dispuesta de forma perpendicular al nervio, ofrecía un punto de debilidad susceptible de roturas por fuerte impacto.

Greg Noll encontró una solución al respecto. En el modelo “Da Cat”, a la pronunciada “cuchara” se le añadía una cuña que rompía con el punto de debilidad.

En San Diego, en 1966 se celebró el campeonato del mundo. En plena fiebre del noseriding, David Nuuhiwa y Corky Carroll estaban dispuestos a dar guerra en el nose. Sin embargo, quien captó la atención fue el australiano de 18 años Nat Young, ofreciendo un surf de giros de restallar de látigo y surfeando continuamente en el punto crítico de la ola. Demostró que se podía ofrecer un nuevo tipo de surf surfeando la mayor parte del tiempo desde la trasera de la tabla, vapuleando la divina palabra del noserding.

Para perpetrar su actuación, Young se benefició de su tabla Magic Sam. Una tabla relativamente corta para los cánones de la época (9’4’’), fina (por debajo de las 3 pulgadas), de punta estrecha y cantos afilados. Como colofón, la tabla llevaba una aleta diseño de George Greenough.

El siguiente paso tuvo lugar un año más tarde cuando Bob McTavish presentó el V-bottom. Esta tabla tomó prestado el abandonado concepto del “hot curl” de los años 30, que era básicamente una V pronunciada en la cola cuando las aletas aún no existían. Este convexo en la cola ofrecía mucha agilidad en el cambio de plano de la tabla.

El V-bottom de McTavish era ideal para giros súbitos en olas pequeñas y medianas sin pared. El rango de longitud de estas tablas se comprendía entre siete y ocho pies. La V iba de maravilla para la transición de canto a canto, y el generoso volumen no permitía perder velocidad en los giros.

Este diseño tuvo una mediana popularidad hasta que cayó en el olvido ya que en oleaje con verticalidad y potencia, la cola ancha y voluminosa ofrecía serios problemas de agarre, como el propio McTavish pudo comprobar en la ola de Sunset en un día serio.

Mientars tanto, en Hawaii Dick Brewer hacían su propia lectura de la revolución en diseño de tablas.

Brewer tenían una notable reputación como shaper de guns para firmas como Hobie y Surfboards Hawaii. Durante el invierno de 1966/67 diseñó el Pipeliner para la firma con la cual empezaría a trabajar: Bing Surfboards. Este diseño sería el precursor de la versión americana de la tabla corta. Punta y cola estrecha, rocker generoso, fino, estrecho y ligero. Era una tabla apta para surfear dignamente en Pipeline, ya que con el equipo de la época a lo máximo que se podía aspirar era a un take off acertado, rápido bottom y salir con vida del tubo. El concepto del Pipeliner fue evolucionando hacia 1968 en una tabla aún más corta (por debajo de los 9 pies) y unas 21’’ de ancho, conocido popularmente como mini-gun.

Otro elemento importante de esta tabla era la forma de su canto. En el tail la arista estaba caída, consiguiendo un canto afilado remotamente familiar a los cantos de la tabla moderna standard. Según dicen, fue Mike Hynson quien aplicó este canto en una tabla que luego surfeó en Maalea con excelentes resultados. El caso es que el canto 60/40 o 70/30 o “down rail” ya había sido utilizado anteriormente pero tan solo en colas de guns. Este canto consiguía agarrase con fiabilidad en las paredes verticales de las olas hawaiianas.

De esta manera, surgió la versión americana del shortboard (nótese que hasta este momento nunca se había hablado ni de shortboards ni de longboards, ya que antes de 1967 tan solo existían “boards”).

A partir de este punto, la circunstancia psicodélica se combinó con las ganas de experimentar, y como una forma de romper con los valores pasados, desfiló toda una cornucopia de diseños y un acortamiento de las medidas que tuvo su cénit en 1970.

Entre 1968 y 1970, la versión australiana de esta evolución se materializa en tablas entre 6 y 8 pies, que en muchos casos toman prestado el template del “Pig” de Dale Velzy. Tablas que aun conservan una silueta ovoidal y una aleta profunda y adelantada. El ejemplo más claro de esta época es el tipo de tablas que utilizaba Wayne Lynch en 1969. Las firmas comerciales de tablas americanas tradujeron este diseño con mayor o menor acierto: Bing lanzó el modelo Lotus, Greg Noll el Formula Fain o el Feather del sello de Dewey Weber.

De todas formas, en el agua imperaba una anarquía en cuanto a formas se refería. En San Diego, Steve Lis se sacó de la manga el fish, que fue relativamente aceptado durante 1971/72. Los australianos, dando una enésima vuelta de tuerca, surfeaban con tablas por debajo de los 6 pies, percatándose en 1970 que habían rozado el absurdo, para volver a medidas alrededor de los 6 pies otra vez. El twin fin de cola cuadrada se aposentó como una alternativa sólida y divertida pero fue olvidada hacia 1974. Los hermanos Campbell -ya entrados los 70- intentaron vender a varias compañías su diseño llamado “Bonzer” que aunque fue licenciado por Bing tampoco gozó de gran popularidad. La lectura psicodélico-hawaiiana de la tabla corta se llamaba “ski”. Era una tabla muy estrecha, de formas difíciles y rocker de cola invertido.

En este espacio de tiempo, las tablas por encima de 9 pies resultaban completamente anacrónicas y muchas veces se les arrancaba la fibra para aprovechar el foam y así shapear el siguiente engendro.

Hacia 1972/73 las aguas se sosiegan y se aposenta un shape más o menos standard. Se trata de una tabla entre 6 y 7 pies, de nose puntiagudo, de cola “pin” o “round pin”, unas 21’’ de ancho y 3’’ de grueso. El rocker plano aunque decididamente marcado en la punta. De hecho, acabo de describir la típica tabla de la marca fundada por Gerry Lopez “Lightnin’ Bolt”. Estas tablas iban de maravilla para las condiciones hawaiianas, pero no eran tan apropiadas para las olas estilo California. A mediados de los 70 pasó lo mismo que pasó a principios de los 90. Cuando Kelly Slater fue reconocido como ídolo de masas, el público se empeñó en surfear el mismo tipo de tabla extrafina y ligera. Generalmente el nivel de estos surfers era mediocre comparado con el de Kelly, y generalmente las olas con las que surfeaban eran mediocres comparadas con las que solía surfear Kelly.

En los años 70, mucho surfer se empeñó en surfear tablas pensadas para Pipeline en olas babosas y mediocres. Pese a todo, gracias a su volumen y rocker se podían surfear sin problemas, aunque no eran tablas del todo apropiadas para un día de medio metro con fondo de arena.

Los mediados y finales de los 70 trajeron como novedad el “stinger” o “wing” de Ben Aipa que agilizó los giros, y más aún si eran combinados con las recuperadas dos quillas del twin.

El “thruster” en 1980 trajo consigo colas más anchas para poder acoger la disposición de tres aletas. Los volumenes fueron menguando y los rockers se fueron curvando, con curvas cada vez más armoniosas.

En contra de la creencia popular, el longboard nunca murió del todo en los años 70. David Nuuhiwa surfeaba en long ocasionalmente, Lance Carson ofrecía en 1976 réplicas de su modelo noserider, y en ese mismo año, el iluminado Herbie Fletcher promocionaba este tipo de tablas.

A principios de los 80 varios eventos y campeonatos de longboard tuvieron lugar. La nostalgia se apoderó del mercado. Las –ahora sí- tablas largas vinieron para quedarse, salvaguardando sus características principales pero adaptándose a la vez a los nuevos tiempos. El fenómeno del tablón de segunda mitad de los 80 sólo fue un aperitivo en comparación al atracón revivalista que vendría en los siguientes años.

Después de varios años de empeño en acercar el diseño de los tablones a postulados modernos y progresistas vinculados al “high performance”, a mediados de los noventa, se rescataron los diseños de los 60 respetando su idiosincrasia como hiceran los abanderados Joel Tudor o Tom Wegener. A su vez, un contingente de surfers pros de tabla corta de marcada pátina mediáticamente alternativa rescataron a ojos del público fishes, eggs y single fins standars de los 70.

Cuando este nuevo credo fue más o menos digerido por el pueblo, las firmas ya se atrevieron a lanzar al mercado sus respectivos modelos, ya teniendo la seguridad que la rentabilidad estaba asegurada.

Como había que denominar este movimiento de alguna manera, el vocablo “retro” pareció el más indicado.

Ya bien entrados en siglo XXI, la palabra “retro” ha sido tan usada para denominar tan diferente tipo de tablas con un difuso denominador común, que la palabra ya ha perdido su significado y ya no se sabe a que tipo de tablas exactamente se refiere.

La desinformación o falta de inquietud, ha provocado tambien mucha confusión. El concepto “retro” se ha estirado como un chicle, de tal manera que no se sabe donde empieza y donde acaba.

Texto escrito por Didac Piquer Puigdemont
©Copyright de Didac Piquer Puigdemont